
Emisario Digital
¿Un vino azul?

Muchos eran los que hace dos años no daban un duro por Gorka, Aritz, Iñigo, Jen e Imanol, cinco jóvenes que, pasando por poco la veintena, decidieron darle un vuelco al hasta ahora inmóvil negocio vinícola. Menos aún eran los que confiaban en ellos al ver que su primera idea era sustituir el clásico color rojizo del vino por un llamativo color azul. Para algunos, eso de cambiar el color era un sacrilegio, era quitarle al vino su esencia.
Ahora, dos años más tarde, Gïk, el primer vino azul, ya es una realidad. Y viene pisando fuerte, precisamente porque no deja indiferente a nadie. Lo que más halagos está recibiendo es justo lo que más dudas generaba en un principio, su color azul índigo, muy alejado de los estándares tradicionales. Ese color, en palabras de sus creadores, tiene su origen en “la estrategia del océano azul”, una teoría económica del coreano W. Chan Kim. Según esta teoría, se debe pasar de un mercado en un océano rojo, es decir, con una gran competencia destructiva, a uno azul, sin competencia, basado en la innovación.
Con el color ya decidido, se pusieron manos a la obra. Dura tarea, teniendo en cuenta que ninguno tenía relación alguna con el mundo del vino. Gracias a Zitek, el programa de apoyo al emprendimiento de la UPV/EHU, pudieron comenzar con el proceso. El primer paso, conseguir convertir la idea del color azul en realidad, es decir, cambiar el color del vino. Para ello utilizaron la piel de la uva tinta (con la que se realiza el vino tinto), de la que extrajeron un pigmento, la antocianina, que combinada con otro, el azul índigo, dieron esa característica tonalidad “oceánica” al caldo. No utilizan una variedad específica de uva, por lo que no pueden entrar dentro de ninguna Denominación de Origen. Sin embargo, a ellos eso no les importa. Lo que ellos buscan es el apoyo de los consumidores, y a buenas luces lo están consiguiendo.
Otro de los factores que les impide tener D.O. es su sabor. Y ése era precisamente el segundo desafío que se les planteaba. “No queríamos que solo se distinguiera del resto por el color –comentan-, queríamos que el sabor también fuera único”. Es un hecho que el mercado del vino no es como el de la cerveza, que cuenta con una mayor aceptación entre los jóvenes, y que es considerada como un producto más juvenil. Entre los jóvenes, el principal uso del vino es el de perfecto complemento de la Coca-Cola para realizar el mundialmente conocido Kalimotxo. Pocos son los que simplemente lo degustan como tal, por lo que ha quedado etiquetado como un producto apto para gente de mayor edad, o incluso, “de un paladar más maduro”.
También querían romper este tópico estos cinco inconformistas. Por ello, decidieron darle un toque más dulzón a la bebida, más afrutado. Más “apto para todos los públicos”. Y las cifras recogidas no engañan, ya que la mayoría de sus compradores son menores de 35 años. Ese toque característico no se lo da ni las clásicas uvas tintas tempranillo o garnacha, ni tampoco las blancas chardonnay o sauvignon. Bueno, o tal vez sí, ya que Gïk surge de la mezcla de uvas tanto tintas como blancas, algo insólito hasta ahora en el mercado, y una locura para los más puristas. Aunque, pensándolo bien, este proyecto desde su comienzo lo es. A esta mezcla sólo hay que añadirle el toque final para tener el producto final. Y ese toque final, lo que le da el característico sabor dulzón, es el edulcorante, en ningún caso azúcares. Esto es, según los creadores, primero, porque el azúcar en el propio proceso de fermentación se convierte en alcohol, y segundo, porque el edulcorante es una forma más sana de darle dulzor a la bebida.
Primero, el color, después el sabor, y por último, algo que no cabe en una botella de 75 centilitros: la pasión de hacer algo único, de saltarse todas las normas. Esos factores son los que les han hecho superar todas las barreras que se les han puesto en el camino, y lo que les ha llevado a estar presentes cada vez en más mercados, muchos de ellos hasta hace muy poco cerrados a las innovaciones. Eso es Gïk, un vino que no deja indiferente a nadie. Bueno, vino o como cada uno prefiera llamarlo.
Y para muestra, un experimento realizado por los propios creadores.